La isla de Dominica, una de las islas de Barlovento en las Antillas Menores, alberga un pequeño país independiente. Esta situación geográfica la coloca en la ruta de los grandes huracanes que nacen en el Atlántico y se dirigen hacia el mar Caribe, golpeando de lleno a las islas de las Antillas. Esta situación se produjo en Septiembre de 2017 cuando el huracán María alcanzó a Dominica dejando una gran devastación a su paso. Posteriormente llegó hasta la isla de Puerto Rico donde también causó grandes daños.
Nuestra llegada a la isla fue seis meses después del paso del huracán, para realizar un proyecto de rehabilitación de las carreteras de la región oriental. Habían sido gravemente dañadas por las intensas lluvias que causaron deslizamientos de ladera y daños en numerosos puentes.
La primera impresión fue encontrar los árboles de la antigua selva que cubría la isla, completamente pelados, ya que los intensos vientos habían arrasado con las hojas y ramas, dejando una plantación de troncos pelados, como mondadientes clavados en las laderas de las montañas.
En el caso del huracán María la situación fue especialmente grave ya que su evolución fue muy rápida, pasando en sólo 24 horas de ser considerada tormenta tropical a huracán de categoría 5, la máxima en la escala de Saffir-Simpson que mide la intensidad del viento. Esta situación dio lugar a que la población no tuvo tiempo de prepararse, viviendo una noche de pesadilla en refugios improvisados, azotados por vientos que alcanzaron los 274 km/h.
La destrucción alcanzó también las infraestructuras de electricidad, teléfono, etc, que ya habían sido bastante dañadas por el huracán Erika, sólo dos años antes. Una situación bastante excepcional, el que la misma isla reciba la visita de huracanes tan destructivos con tan poca separación en el tiempo. Fue una imagen chocante ver todos los postes caídos o inclinados, cuando lo habitual es que formen claras líneas verticales en el paisaje.
Y lo de encontrarse los barcos arrastrados por el mar y encallados en las playas.
El vendaval se cebó especialmente con los tejados de las casas. Incluso el tejado del palacio presidencial salió volando. La mayoría de las casas se han tenido que cubrir con lonas azules donadas por la ayuda internacional. Las orillas de las carreteras presentan campos de colorida chatarra acumulando los restos de las chapas de zinc que cubrían los tejados.
Prácticamente todos los 70.000 habitantes de la isla resultaron damnificados, sea por daños en las viviendas como también por daños en las cosechas, árboles frutales (también pelados por el viento) y por pérdidas entre los animales de las pequeñas granjas familiares. Seis meses después todavía quedaban pobladores refugiados en campamentos y albergues.
En la región oriental de Dominica habitan varias comunidades Kalinago, descendientes de los habitantes originales de las Antillas, los antiguamente llamado indios caribes. Uno de sus medios de vida es la artesanía local que ofrecen en las orillas de las carreteras.
La capital de la isla no se libró tampoco de los daños del huracán aunque las viviendas fuesen más sólidas. Tampoco se libraron los tejados de la catedral. Al encontrase la pequeña ciudad en la desembocadura de los ríos que bajan de las montañas, las calles quedaron inundadas y cubiertas de los arrastres que llevaron las aguas, que incluso dañaron irreversiblemente algunos puentes.
Las calles son tranquilas como corresponde a una ciudad antillana pequeña, con mercados de productos locales, principalmente verduras.
No puede faltar el famoso ron del Caribe, que aquí puede ser degustado aromatizado con todo tipo de productos naturales. Lo difícil es decidirse entre tanta variedad: frutas tropicales, vainilla, canela...
Dominica es una isla muy montañosa con escasos puertos naturales ni grandes playas por lo que no solía estar en las rutas de los grandes cruceros caribeños, ni de los grandes touroperadores que llevan turistas a las playas del Caribe. Más bien era conocida por su turismo de naturaleza, principalmente observación de aves (muchas desaparecidas tras los huracanes) y caminatas por la selva.
La siguientes panorámicas nos muestran el atractivo de estas escarpadas costas tanto sobre el Mar Caribe y el Océano Atlántico, con sus correspondientes puestas de sol para cerrar el reportaje.
Qué interesante reportaje Alvaro y qué pena que estos huracanes se ceben siempre con los más pobres.
ResponderEliminarGracias por mostrarnos la realidad de este país tan desconocido.
Un abrazo
De nada. Cuanta razón tienes!
EliminarMagnífico reportaje Alvaro. Que buenas imágenes y que terrible la destrucción que sufren los países caribeños como consecuencia de los huracanes, siempre con los peores resultados para los más pobres.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso
Auro & Isi
Es verdad, mucha gente vive al día y de un día para otro lo pueden perder todo. Un abrazo
EliminarMuchas gracias, Alvaro. Para mi, es un viaje más y todo gracias a ti.
ResponderEliminarA pesar de todas las desgracias, sigue siendo un pequeño paraíso.
Un cordial saludo,
Tania
Gracias Tania. No conocía estas islas del Caribe y a pesar de estar amenazadas por huracanes, terremotos o volcanes estoy de acuerdo en que son auténticos paraísos
EliminarGeacias por ofrecer esta ventanita a un nuevo contexto.
ResponderEliminarBuenbreportaje y buenas fotos.
Un saludo,
María Jesús
Gracias también a ti María Jesús
EliminarCómo siempre, excelente reportaje y fotos.
ResponderEliminarUn abrazo,
Manuel
Muchas gracias
EliminarThank you for the report and the photos.
ResponderEliminarDominica. Muchas veces escuchada y no sabia nada de esta isla.
ResponderEliminarAdemás de estas maravillosas fotos( me encanta la última ), espero que se realice el proyecto que habéis ido a hacer a la isla, para que ayude a los que allí viven.
Gracias por compartirlo. Un saludo.